Foro El secreto de Puente Viejo
Nuestra historia aún no tiene la palabra fin
Nuestra historia aún no tiene la palabra fin
Hola, os dejo mi historia alternativa que espero que os guste :)
**************************
Cap. 1.
Tengo la boca seca, el pulso acelerado, las gotas de sudor caen por mi frente a pesar del frío de la noche que te cala los huesos. Intento no cerrar los ojos para no dejarme llevar, para convencerme a mi mismo que podré amar a otra. Mi corazón totalmente desbocado con solo poder verla, oír su dulce voz y poder rozar su mano, su pelo...todo aquello que me enamoró perdidamente y que con un solo impulso acabaría llevándome a la locura.
Raimundo mi fiel amigo, cómo siempre consolándome intentando darme las fuerzas suficiente para poder seguir, para creer. Todos los días de mi vida no he dejado de penar hubiera sido capaz de entregar todo mi patrimonio por ser un Ulloa, por no tener esta maldita sangre que me aleja de lo que más quiero.
Por su parte Soledad, aprovecha cualquier oportunidad para sacarme una sonrisa la cuál he perdido desde aquella noche que Pepa me reveló la verdad. Cuando veo a Pepa cogida del brazo de Zamalloa siento que voy a desfallecer, aquel dolor solo se simula a la pérdida de un hijo.
-Tristán, cariño ¿estás en este mundo? -Gregoria me apremia-
-Lo siento estaba distrído, prosigue.
-Está bien. Pero me tendrás que perdonar que sea breve porqué tengo que regresar al consultorio. En fin,cómo te iba diciendo, si no quieres ir a la fiesta del pueblo no me molestaré, entiendo que...todo esto te sea difícil.
-No te afligas Gregoria, si es lo que deseas iremos, además, no me vendrá mal despejarme un rato.
-Gracias, habiendo aclarado esto me marcho cariño.
-Espera, voy a ordenar a la calesa que te acerque.
-No, no hace falta.
-No me gusta que una mujer ronde a estas horas estos caminos tan solitarios, además, he oído que por aquí rondan unos bandoleros, por favor permítime.
-Está bien.
Gregoria puso sus labios sobre los míos besándome, intenté corresponderla, acabé dando un beso torpre cómo aquel que besa por primera vez, no era capaz solo la imagen de Pepa en mis recuerdos podrían hacer que besara a Gregoria con una pizca de pasión.
Giré un poco mi cabeza separándome mientras esta se puso erguida mirándome.
-Hasta mañana Tristán.
-Adios...Gregoria
**************************
Cap. 1.
Tengo la boca seca, el pulso acelerado, las gotas de sudor caen por mi frente a pesar del frío de la noche que te cala los huesos. Intento no cerrar los ojos para no dejarme llevar, para convencerme a mi mismo que podré amar a otra. Mi corazón totalmente desbocado con solo poder verla, oír su dulce voz y poder rozar su mano, su pelo...todo aquello que me enamoró perdidamente y que con un solo impulso acabaría llevándome a la locura.
Raimundo mi fiel amigo, cómo siempre consolándome intentando darme las fuerzas suficiente para poder seguir, para creer. Todos los días de mi vida no he dejado de penar hubiera sido capaz de entregar todo mi patrimonio por ser un Ulloa, por no tener esta maldita sangre que me aleja de lo que más quiero.
Por su parte Soledad, aprovecha cualquier oportunidad para sacarme una sonrisa la cuál he perdido desde aquella noche que Pepa me reveló la verdad. Cuando veo a Pepa cogida del brazo de Zamalloa siento que voy a desfallecer, aquel dolor solo se simula a la pérdida de un hijo.
-Tristán, cariño ¿estás en este mundo? -Gregoria me apremia-
-Lo siento estaba distrído, prosigue.
-Está bien. Pero me tendrás que perdonar que sea breve porqué tengo que regresar al consultorio. En fin,cómo te iba diciendo, si no quieres ir a la fiesta del pueblo no me molestaré, entiendo que...todo esto te sea difícil.
-No te afligas Gregoria, si es lo que deseas iremos, además, no me vendrá mal despejarme un rato.
-Gracias, habiendo aclarado esto me marcho cariño.
-Espera, voy a ordenar a la calesa que te acerque.
-No, no hace falta.
-No me gusta que una mujer ronde a estas horas estos caminos tan solitarios, además, he oído que por aquí rondan unos bandoleros, por favor permítime.
-Está bien.
Gregoria puso sus labios sobre los míos besándome, intenté corresponderla, acabé dando un beso torpre cómo aquel que besa por primera vez, no era capaz solo la imagen de Pepa en mis recuerdos podrían hacer que besara a Gregoria con una pizca de pasión.
Giré un poco mi cabeza separándome mientras esta se puso erguida mirándome.
-Hasta mañana Tristán.
-Adios...Gregoria
Cap.2
“Que el mundo entero se entero de que tu eres mía y yo soy tuyo”. Estas fueron las primeras palabras de Tristán cuando me pidió por primera vez que diéramos un paseo por el pueblo cogidos del brazo. Demasiado tiempo ha pasado desde aquello y ahora en nuestras condiciones no debería existir ese recuerdo, uno de los peores pecados es pensar en el hombre al que amas y saber que es tu hermano, pero no puedes evitar desear que demuestre su amor en cuerpo y alma, el aire gélido te corroe de saber que eso lo recibirá alguien que nunca podrá amarlo cómo yo lo amé, lo amo y lo amaré más allá de la muerte. Los enfermizos celos que me persiguen al pensar que Tristán pueda contraer nupcias con otra mujer que ella sea la que le de el “si quiero”.
Sin embargo tengo un hombro que no me deja sola, que siempre está cuando lo necesite a pesar que nunca lo podré corresponder cómo se merece, Diego Zamalloa el hombre que me ha ayudado a esclarecer los acontecimientos que envolvían la muerte de mi madre y que cada vez que abro los ojos está a mi lado.
-Tómese la infusión le hará bien.
-Gracias, pero ahora mismo tengo el estómago cerrado. -Me excuse. Mi pulso nervioso provocaba un fuerte tembleque en la taza que Zamalloa me agarró amablemente para evitar que al final pudiera caer.
-Le parecerá que mi llegada ha sido un poco brusca pero hay algunos asuntos relacionados con Olmo que me gustaría hacerles saber.
-Se lo agradezco, pero en estos momentos y tras los últimos acontecimientos no sé si tengo los suficientes arrestos para declarar.
-Pierde cuidado, es la mujer más valiente que conozco y si hay algo que no le faltan son arrestos. -Me sonrió.
Mis pensamientos recordaban una vez y otra vez todo lo acontecido desde que llegué hasta el día de hoy, nunca me he rendido, hasta superé el dolor más grande que una madre puede sentir la pérdida de un hijo y seguidamente el de una mujer perder al amor de su vida. Zamalloa me miraba adorándome con sus ojos aquello no me ponía incómoda si no todo lo contario. Seguía siendo la misma pero no tan llena de vida. En mis ojos se reflejaba el dolor absoluto de lo que había sufrido a lo largo de mi vida.
-¿Se encuentra bien? -Me apremió Zamalloa. Al momento que oí sus palabras afligidas levanté mi mirada buscando la suya.
-Si...-Contesté. Sin saber que podía decir a continuación para apaciguar a Zamalloa que me miraba con algo de inseguridad. -Al final Emilia va a tener razón y me voy a convertir en una huraña.
-Eso son majaderías. Para evitar o retrasar que acabe siendo así, espero que me haga el honor de acompañarme a la fiesta del pueblo.
“Que el mundo entero se entero de que tu eres mía y yo soy tuyo”. Estas fueron las primeras palabras de Tristán cuando me pidió por primera vez que diéramos un paseo por el pueblo cogidos del brazo. Demasiado tiempo ha pasado desde aquello y ahora en nuestras condiciones no debería existir ese recuerdo, uno de los peores pecados es pensar en el hombre al que amas y saber que es tu hermano, pero no puedes evitar desear que demuestre su amor en cuerpo y alma, el aire gélido te corroe de saber que eso lo recibirá alguien que nunca podrá amarlo cómo yo lo amé, lo amo y lo amaré más allá de la muerte. Los enfermizos celos que me persiguen al pensar que Tristán pueda contraer nupcias con otra mujer que ella sea la que le de el “si quiero”.
Sin embargo tengo un hombro que no me deja sola, que siempre está cuando lo necesite a pesar que nunca lo podré corresponder cómo se merece, Diego Zamalloa el hombre que me ha ayudado a esclarecer los acontecimientos que envolvían la muerte de mi madre y que cada vez que abro los ojos está a mi lado.
-Tómese la infusión le hará bien.
-Gracias, pero ahora mismo tengo el estómago cerrado. -Me excuse. Mi pulso nervioso provocaba un fuerte tembleque en la taza que Zamalloa me agarró amablemente para evitar que al final pudiera caer.
-Le parecerá que mi llegada ha sido un poco brusca pero hay algunos asuntos relacionados con Olmo que me gustaría hacerles saber.
-Se lo agradezco, pero en estos momentos y tras los últimos acontecimientos no sé si tengo los suficientes arrestos para declarar.
-Pierde cuidado, es la mujer más valiente que conozco y si hay algo que no le faltan son arrestos. -Me sonrió.
Mis pensamientos recordaban una vez y otra vez todo lo acontecido desde que llegué hasta el día de hoy, nunca me he rendido, hasta superé el dolor más grande que una madre puede sentir la pérdida de un hijo y seguidamente el de una mujer perder al amor de su vida. Zamalloa me miraba adorándome con sus ojos aquello no me ponía incómoda si no todo lo contario. Seguía siendo la misma pero no tan llena de vida. En mis ojos se reflejaba el dolor absoluto de lo que había sufrido a lo largo de mi vida.
-¿Se encuentra bien? -Me apremió Zamalloa. Al momento que oí sus palabras afligidas levanté mi mirada buscando la suya.
-Si...-Contesté. Sin saber que podía decir a continuación para apaciguar a Zamalloa que me miraba con algo de inseguridad. -Al final Emilia va a tener razón y me voy a convertir en una huraña.
-Eso son majaderías. Para evitar o retrasar que acabe siendo así, espero que me haga el honor de acompañarme a la fiesta del pueblo.
Cap. 3
Ni siquiera se había percatado de que Gregoria se había ido a coger unas copas. Estaba demasiado enfrescado en sus sentimientos. Con la mirada perdida. De nuevo su vida se había vuelto a derrumbar. Ella era su hermana. Y para colmo la vería todos los días. Dando un paseo por el pueblo. Visitando a Soledad. El hecho de no ser amado por ella. De él mismo no poder amarla. Lo destrozaba lentamente. Haciendo que cada minuto de su vida fuera un infierno. En estos momentos. Son cuando más se arrepiente de no haberse ido a Madrid con ella, ahora mismo no sabrían la verdad. Y ahora mismo estarían juntos y felices.
Con un movimiento involuntario. Tristán no puedo evitar ver la puerta de la que era la habitación de Pepa cuando estaba en la casa de comidas.
Sus pies empezaron a dar pequeños pasos. Con dolor. Con miedo. Sentimientos encontrados le brotaron los cuales le hicieron dudar unos momentos sobre su presencia allí.
Descansó su frente sobre la puerta que los separaba. Acariciando el pomo, infundándose del valor suficiente para moverlo ligeramente y accionar la puerta. Dejando entrever la habitación.
Dio un paso pasando junto a la puerta. Este acarició todo los muebles junto a los que pasaba. Anhelando cada momento vivido en ese lugar. Pero a la vez. Tantos sinsabores que había sufrido y tantos que quedan por vivir.
La llegada al final de la habitación supuso el fin. Este giró sobre sus talones andando esta vez hasta la cama. Sentándose al filo de ella. Sus manos acariciaron con anhelo parte de ella mientras notaba la suavidad de las sábanas produciéndole unas cosquillas sobre la palma de sus manos.
-Tristán.... -La voz de Pepa sonó a su espalda. Este se levantó. Agitado. Respiro hondo. Girándose. Pepa esbozó una sonrisa sin darse cuenta. Los ojos le brillaban. Un brillo que aumentó al ver a Tristán en frente de ella.
Los dos unieron sus miradas. Sin imutarse. Ni un solo movimiento. Ni una sola palabra. Un escalofriante silencio se apoderó de la situación. En la que ambos. No sabían muy bien qué decir.
-Pepa. -Susurró. -No te oí... llegar.
-¿Te he moletado? -Preguntó. Pepa bajó un poco la cabeza algo apenada por la situación.
-No...sabés bien que nunca molestas. -Contestó. Recuperando su anterior compostura. Firme.
No pudo seguir sosteniendo esa compostura ante los ojos de Pepa. Una tierna mirada. Que le producía un sinfín de sentimientos. Este dio unos pasos pasando junto a la cama y acercándose un poco a Pepa.
-Eres la última persona que me imaginé que asistiera al baile del pueblo. -Dijo Tristán.
-Zamalloa me ha invitado y no pude negarme. -Contestó.
Tristán bajó los ojos sin poder decir nada. Tristán sentía que le estaba cediendo el paso a Zamalloa. Este negó mirando al suelo.
-Sus intenciones para contigo van más allá de la amistad. -Comentó. Mirándola. Cómo si no la hubiera visto nunca antes. Observando perplejo a Pepa. Con ese vestido. Maquillada. Era una mujer. Una verdadera señora. La más decidida, valiente, hermosa y noble. Que nunca se había dejado vencer por nada y por nadie.
-Cómo has cambiado. -Sonrió orgulloso.
-Sigo siendo la misma partera que conociste. -Contestó. Sonriendo entre dientes. Ambos permanecieron de pie mirándose. Pepa se acomodó un mechón de pelo detrás de su oreja.
-Estás echa toda una señora...perdón señorita. -Corrigió.
-Eso es un disparate. -Sonrió.
Sin más. Tristán le besó cariñoso la mejilla. Este se marchó antes de Pepa pudiera reaccionar. Pepa sintió morir al notar los labios de Tristán de nuevo su piel. Después de uno minutos. Sin imutarse. No puedo evitar sonreir. Por primera vez después de enterarse de esa maldita condena del destino sintió volver a vivir. Cómo si todo volviera a empezar.
“Eternamente tuya” Susurró. Acariciando con la yema de sus dedos la mejilla en la que Tristán había posado sus labios para besarla. Un sentimiento de alegría y otro de pena. Su corazón lo extrañaba tanto que a veces temía que acabara reventando. Esta giró sobre sus talones. Moviéndose. Saliendo de aquella habitación. Cerrando la puerta y con ella la puerta de los recuerdos.
Ni siquiera se había percatado de que Gregoria se había ido a coger unas copas. Estaba demasiado enfrescado en sus sentimientos. Con la mirada perdida. De nuevo su vida se había vuelto a derrumbar. Ella era su hermana. Y para colmo la vería todos los días. Dando un paseo por el pueblo. Visitando a Soledad. El hecho de no ser amado por ella. De él mismo no poder amarla. Lo destrozaba lentamente. Haciendo que cada minuto de su vida fuera un infierno. En estos momentos. Son cuando más se arrepiente de no haberse ido a Madrid con ella, ahora mismo no sabrían la verdad. Y ahora mismo estarían juntos y felices.
Con un movimiento involuntario. Tristán no puedo evitar ver la puerta de la que era la habitación de Pepa cuando estaba en la casa de comidas.
Sus pies empezaron a dar pequeños pasos. Con dolor. Con miedo. Sentimientos encontrados le brotaron los cuales le hicieron dudar unos momentos sobre su presencia allí.
Descansó su frente sobre la puerta que los separaba. Acariciando el pomo, infundándose del valor suficiente para moverlo ligeramente y accionar la puerta. Dejando entrever la habitación.
Dio un paso pasando junto a la puerta. Este acarició todo los muebles junto a los que pasaba. Anhelando cada momento vivido en ese lugar. Pero a la vez. Tantos sinsabores que había sufrido y tantos que quedan por vivir.
La llegada al final de la habitación supuso el fin. Este giró sobre sus talones andando esta vez hasta la cama. Sentándose al filo de ella. Sus manos acariciaron con anhelo parte de ella mientras notaba la suavidad de las sábanas produciéndole unas cosquillas sobre la palma de sus manos.
-Tristán.... -La voz de Pepa sonó a su espalda. Este se levantó. Agitado. Respiro hondo. Girándose. Pepa esbozó una sonrisa sin darse cuenta. Los ojos le brillaban. Un brillo que aumentó al ver a Tristán en frente de ella.
Los dos unieron sus miradas. Sin imutarse. Ni un solo movimiento. Ni una sola palabra. Un escalofriante silencio se apoderó de la situación. En la que ambos. No sabían muy bien qué decir.
-Pepa. -Susurró. -No te oí... llegar.
-¿Te he moletado? -Preguntó. Pepa bajó un poco la cabeza algo apenada por la situación.
-No...sabés bien que nunca molestas. -Contestó. Recuperando su anterior compostura. Firme.
No pudo seguir sosteniendo esa compostura ante los ojos de Pepa. Una tierna mirada. Que le producía un sinfín de sentimientos. Este dio unos pasos pasando junto a la cama y acercándose un poco a Pepa.
-Eres la última persona que me imaginé que asistiera al baile del pueblo. -Dijo Tristán.
-Zamalloa me ha invitado y no pude negarme. -Contestó.
Tristán bajó los ojos sin poder decir nada. Tristán sentía que le estaba cediendo el paso a Zamalloa. Este negó mirando al suelo.
-Sus intenciones para contigo van más allá de la amistad. -Comentó. Mirándola. Cómo si no la hubiera visto nunca antes. Observando perplejo a Pepa. Con ese vestido. Maquillada. Era una mujer. Una verdadera señora. La más decidida, valiente, hermosa y noble. Que nunca se había dejado vencer por nada y por nadie.
-Cómo has cambiado. -Sonrió orgulloso.
-Sigo siendo la misma partera que conociste. -Contestó. Sonriendo entre dientes. Ambos permanecieron de pie mirándose. Pepa se acomodó un mechón de pelo detrás de su oreja.
-Estás echa toda una señora...perdón señorita. -Corrigió.
-Eso es un disparate. -Sonrió.
Sin más. Tristán le besó cariñoso la mejilla. Este se marchó antes de Pepa pudiera reaccionar. Pepa sintió morir al notar los labios de Tristán de nuevo su piel. Después de uno minutos. Sin imutarse. No puedo evitar sonreir. Por primera vez después de enterarse de esa maldita condena del destino sintió volver a vivir. Cómo si todo volviera a empezar.
“Eternamente tuya” Susurró. Acariciando con la yema de sus dedos la mejilla en la que Tristán había posado sus labios para besarla. Un sentimiento de alegría y otro de pena. Su corazón lo extrañaba tanto que a veces temía que acabara reventando. Esta giró sobre sus talones. Moviéndose. Saliendo de aquella habitación. Cerrando la puerta y con ella la puerta de los recuerdos.
Cap.4
Pasaron unos minutos. Tristán estaba en la punta de la plaza junto con Gregoria y Dolores. En cambio Pepa se encontraba en el lado contrario junto con Zamalloa, Mariana y Emilia.
Ambos continuaban mirándose. Perdidos en sus tristes miradas. Unos aplausos los hicieron despertar. El alcalde había acabado el discurso. Aunque ellos no habían escuchado nada de lo que había dicho. Pepa apartó la mirada de Tristán. Bajándola. En ese momento quería mostrarse segura firme y decidida. Pero sus ojos llenos de lágrimas la delataban. Pepa lo miró de nuevo. Disimulante. Él sonriente le devolvió la mirada fugaz. Demasiada rápida. Tristán miró al centro de la plaza. Dónde algunas parejas ya se aventuraban a bailar. Mariana fue invitada por Paquito que la llevó al centro con soltura. Alfonso apretaba la gorra entre sus manos un poco nervioso. Emilia lo miraba sonriente. -Vamos a bailar. -Aclaró. Agarráandolo del brazo. Este esbozó una sonrisa. Dirigiendo ya a su mujer. Ellos también empezaron a bailar cómo casi todo el pueblo. Zamalloa agarró del brazo a Pepa y caminaron hacia dónde se encontraban Tristán y Gregoria. -Ahora cambio de parejas, bailaréis con la persona que tengáis a vuestra derecha. -Comunicó Hipólito. Burlón. Tristán giró un poco su cabeza. Mirando a la mujer que tenía al lado. Pepa. Su adorada Pepa. Este se limitó a mirar para los lados incrédula. -Gregoria ¿baila? -Preguntó Zamalloa. LA mujer que se encontraba a su derecha fue ella. -Claro...-Contestó un poco dudosa. Ambos se dirigieron tabién más al centro. Ahora todos estaban bailando. Sonrientes. Pepa giró su cabeza hacia Tristán.
-Tendría el placer de...-Tristán sorpredió a Pepa. Haciendo una pequeña reberencia. Caballerosa. Frente a mí. -Concederme este baile. -Terminó. Extendiendo una mano hacia Pepa. Ofreciéndosela. Esta no puedo evitar sonreír.
-Pero ¿se puede saber que estás haciendo Tristán? -Preguntó divertida. Nerviosa. Sin apartar la sonrisa. Meneó la cabeza mirando hacia los cuchicheos de la gente. -Nos están mirando.
-Que importa...no hay nada raro en que dos hermanos bailen. -Contestó. OjeaNdo rápidamenta la plaza. A las personas que allí se encontraban.
Pepa colocó su mano. Delicadamente. Junto a la de Tristán. Que al notar su mano la agarró fuertemente. Atrapándola. Entrelazándolas a las suyas. Suavemente colocó su mano en la espalda de él. Al igual que hizo él.
Dieron un par de pasos hasta colocarse en el sitio adeacuado. En el que podrían bailar, sin preocupaciones. Tristán dirigió las manos hasta tenerlas bien colocadas. A una distancia prudente. Se miraron sonrientes. Una mirada de amor se le escapó a Tristán. Desconcentrado por la belleza de Pepa. Mirándola a los labios. Embelesado. Ambos empezaron a moverse. Mirándose. Sonriendo ante cada paso que daban. Sus cuerpos se juntaban. Cada vez que daban una vuelta. La misma que Tristán dirigía con soltura. haciendo que Pepa girará sobre su brazo.
Pepa quedó sorprendida al escuchar aquella pieza musical. Esbozó una gran sonrisa. “Es el vals de mi sueño” pensó. Agachando un poco la cabeza. Sonriente. Mucha gente empezó a parar de bailar. No se dieron cuenta. Estan ensimismados en sus miradas. Cada paso de Tristán era respondido perfectamente por Pepa. El vals llegaba a su fin. Sus cuerpos cada vez más cerca. Pero el vals había llegado a su fin y Pepa se desprendió de Tristán.
Pasaron unos minutos. Tristán estaba en la punta de la plaza junto con Gregoria y Dolores. En cambio Pepa se encontraba en el lado contrario junto con Zamalloa, Mariana y Emilia.
Ambos continuaban mirándose. Perdidos en sus tristes miradas. Unos aplausos los hicieron despertar. El alcalde había acabado el discurso. Aunque ellos no habían escuchado nada de lo que había dicho. Pepa apartó la mirada de Tristán. Bajándola. En ese momento quería mostrarse segura firme y decidida. Pero sus ojos llenos de lágrimas la delataban. Pepa lo miró de nuevo. Disimulante. Él sonriente le devolvió la mirada fugaz. Demasiada rápida. Tristán miró al centro de la plaza. Dónde algunas parejas ya se aventuraban a bailar. Mariana fue invitada por Paquito que la llevó al centro con soltura. Alfonso apretaba la gorra entre sus manos un poco nervioso. Emilia lo miraba sonriente. -Vamos a bailar. -Aclaró. Agarráandolo del brazo. Este esbozó una sonrisa. Dirigiendo ya a su mujer. Ellos también empezaron a bailar cómo casi todo el pueblo. Zamalloa agarró del brazo a Pepa y caminaron hacia dónde se encontraban Tristán y Gregoria. -Ahora cambio de parejas, bailaréis con la persona que tengáis a vuestra derecha. -Comunicó Hipólito. Burlón. Tristán giró un poco su cabeza. Mirando a la mujer que tenía al lado. Pepa. Su adorada Pepa. Este se limitó a mirar para los lados incrédula. -Gregoria ¿baila? -Preguntó Zamalloa. LA mujer que se encontraba a su derecha fue ella. -Claro...-Contestó un poco dudosa. Ambos se dirigieron tabién más al centro. Ahora todos estaban bailando. Sonrientes. Pepa giró su cabeza hacia Tristán.
-Tendría el placer de...-Tristán sorpredió a Pepa. Haciendo una pequeña reberencia. Caballerosa. Frente a mí. -Concederme este baile. -Terminó. Extendiendo una mano hacia Pepa. Ofreciéndosela. Esta no puedo evitar sonreír.
-Pero ¿se puede saber que estás haciendo Tristán? -Preguntó divertida. Nerviosa. Sin apartar la sonrisa. Meneó la cabeza mirando hacia los cuchicheos de la gente. -Nos están mirando.
-Que importa...no hay nada raro en que dos hermanos bailen. -Contestó. OjeaNdo rápidamenta la plaza. A las personas que allí se encontraban.
Pepa colocó su mano. Delicadamente. Junto a la de Tristán. Que al notar su mano la agarró fuertemente. Atrapándola. Entrelazándolas a las suyas. Suavemente colocó su mano en la espalda de él. Al igual que hizo él.
Dieron un par de pasos hasta colocarse en el sitio adeacuado. En el que podrían bailar, sin preocupaciones. Tristán dirigió las manos hasta tenerlas bien colocadas. A una distancia prudente. Se miraron sonrientes. Una mirada de amor se le escapó a Tristán. Desconcentrado por la belleza de Pepa. Mirándola a los labios. Embelesado. Ambos empezaron a moverse. Mirándose. Sonriendo ante cada paso que daban. Sus cuerpos se juntaban. Cada vez que daban una vuelta. La misma que Tristán dirigía con soltura. haciendo que Pepa girará sobre su brazo.
Pepa quedó sorprendida al escuchar aquella pieza musical. Esbozó una gran sonrisa. “Es el vals de mi sueño” pensó. Agachando un poco la cabeza. Sonriente. Mucha gente empezó a parar de bailar. No se dieron cuenta. Estan ensimismados en sus miradas. Cada paso de Tristán era respondido perfectamente por Pepa. El vals llegaba a su fin. Sus cuerpos cada vez más cerca. Pero el vals había llegado a su fin y Pepa se desprendió de Tristán.