Foro Águila Roja
Club de la Pluma Roja - Reto 8
Club de la Pluma Roja - Reto 8
Participantes:
- Kaley
- Ziyi
- Gedeon
- Selene
- Cutisan
- Cloud
- Piruleta
- Meular
Explicación del Reto: Se hizo una pequeña descripción de cada una de las participantes (en negrita) y había que escribir un relato con dicha descripción
15/02/2012 19:04
No he podido evitarlo... y empezamos por el relato sobre Cloud (que no significa que lo haya escrito yo)
Cloud: Juez de paz y defensora de las féminas, cabeza del moviento: "¡¡ por que nosotras lo valemos!!"
Esa mañana había amanecido la villa con la noticia de que un nuevo navío había atracado en el Puerto de Santa María. Esta nueva hizo que varios habitantes de la ciudad albergasen esperanzas de que algún ser querido retornase de nuevo y entre ellas se encontraba Catalina que se vistió rápido, se atusó el pelo y se dirigió hacia la casa del maestro, Gonzalo de Montalvo.
- Gonzalo, perdona que venga tan de mañana, pero nerviosica estoy de que mi Floro venga en ese barco de las Américas, y quería pedirte si me podrías acompañar.
- Claro que puedo acompañarte Catalina – le contestó el maestro al tiempo que suavemente le agarraba los hombros mirándola con dulzura y quizás con remordiento al saber que ese encuentro jamás se produciría. Pero no era eso lo único que preocupaba a Gonzalo, él también debía ir al encuentro de una persona, Cloud Damme, una mujer que se había puesto en contacto con él mediante carta, solicitándole ayuda sobre un asunto que no le había revelado.
Cloud Damme, por lo que había averiguado, era una mujer oriunda de Bélgica pero de madre española, del sur concretamente, era una mujer culta y versada en artes y ciencias, hablaba a la perfección varios idiomas, y regresaba de México al haber terminado su estancia de colaboración con Sor Juana, una religiosa que buscaba encontrar un lugar para las mujeres mexicanas y que hablaba del movimiento feminista en México y comentaba específicamente el caso de Yucatán, como un laboratorio de reformas sociales. Una sociedad mexicana que no permitía que las mujeres participaran en las esferas públicas. Desde el virreinato la disparidad entre sexos era muy grande. El lugar de las mujeres era estar resguardadas, ya fuera en su casa o en el convento, no había lugar en los espacios públicos para ellas. Las mujeres permanecían subordinadas, pero en papeles centrales; víctimas que procuraron mantenerse activas. Ejemplo de esto, era Sor Juana Inés de la Cruz, quien, desde sus poesías criticaba a la sociedad de la época. Ella pugnaba por que se les concediese a las mujeres la oportunidad de ser reconocidas, y Cloud Damme era una de sus pupilas más aventajadas.
La misiva que le había enviado decía claramente: “Me reconoceréis porque llevaré el escudo de los Montigac en la capa”.
Gonzalo y Catalina llegaron a las afueras de la villa, a la entrada principal de acceso y donde llegaban a tropel los arribados de América, Floro no se encontraba ente ellos pero sí la misteriosa mujer con la que él estaba citado.
- Catalina, Floro no ha venido, regresa a casa, perdóname pero debo resolver un asunto antes de volver a la escuela, lo siento pero no puedo acompañarte.
- Tranquilo, gracias por haber venido, ¡tonta de mí!, si es que no escarmiento, voy a palacio que la Señora Marquesa de ésta me tira a los perros, ¡qué mal carácter se gasta esta mujer!.
Una vez hubo comprobado el maestro que su amiga se había alejado lo suficiente se acercó a la misteriosa mujer que hacía rato le contemplaba con un inequívoco signo de que también ella le había reconocido.
- Cloud Damme, soy Gonzalo de Montalvo.
- Lo sé, sois exactamente como Frances de Montigac me ha descrito. Por favor vayamos a un lugar menos concurrido a resguardo de ojos y oídos extraños, no dispongo de mucho tiempo y lo que vengo a deciros es de máxima relevancia.
- Vayamos entonces a mi escuela, nadie nos molestará.
El camino de retorno hacia la villa se hizo en un incómodo silencio por parte de Gonzalo de Montalvo, ¿quién era esta mujer que le relacionaba con los Montigac, quien era Francis, cómo habían dado con él?, se sentía amenazado ante lo desconocido y aunque parecía una mujer frágil, un sexto sentido le decía que era una rival a su altura, una mujer muy distinta a las que había tratado y por primera vez se sintió en clara desventaja, una sensación poco común en él.
Llegaron a la escuela y el maestro cerró ventanas y puertas a merced de la discreción ajena. Cloud Damme descubrió su rostro una vez se hubo quitado la capa y sacó una carta con el sello lacrado de los Montigac y se lo entregó.
- Gonzalo, si me lo permitís, os resumiré el contenido. Vuestra familia es la heredera de salvaguardar unos legados únicos en la historia de la humanidad heredados por vuestro abuelo, a vuestra madre Laura se le encargó…
- El Santo Grial- respondió Gonzalo.
- Exacto, y a vuestro tío Francis la custodia de la Cruz de San Pedro que se encuentra oculto en la iglesia de Santa Ana debajo del retablo, vuestra misión es recuperarlo para que no caiga en manos de poderes ocultos y tenebrosos. La preocupación de vuestro tío radica en que él se encuentra en México y teme que si regresa a la villa le vigilarán y apresarán, poniendo en peligro la Cruz. Su desazón va en aumento al haber perdido Laura el Santo Grial, pero el uno sin el otro no son nada, deben estar los dos objetos juntos para revelar la gran verdad. Sois un Montigac y recae ahora en vos la responsabilidad encomendada a vuestra familia. Y para eso estoy aquí, para ayudaros.
- ¿Pero qué puede hacer un maestro como yo?.
- Gonzalo, vos y yo sabemos que no sois un simple maestro – la mirada inquisitiva de Cloud no dejaba lugar a dudas que sabía muchas cosas de él que su misma persona – así que no perdamos más tiempo jugando al gato y al ratón, debéis pensar cómo rescatar el encargo hecho por los Montigac y esta noche cuando su familia duerma debéis esperarme en la puerta de atrás de la iglesia.
Cloud: Juez de paz y defensora de las féminas, cabeza del moviento: "¡¡ por que nosotras lo valemos!!"
Esa mañana había amanecido la villa con la noticia de que un nuevo navío había atracado en el Puerto de Santa María. Esta nueva hizo que varios habitantes de la ciudad albergasen esperanzas de que algún ser querido retornase de nuevo y entre ellas se encontraba Catalina que se vistió rápido, se atusó el pelo y se dirigió hacia la casa del maestro, Gonzalo de Montalvo.
- Gonzalo, perdona que venga tan de mañana, pero nerviosica estoy de que mi Floro venga en ese barco de las Américas, y quería pedirte si me podrías acompañar.
- Claro que puedo acompañarte Catalina – le contestó el maestro al tiempo que suavemente le agarraba los hombros mirándola con dulzura y quizás con remordiento al saber que ese encuentro jamás se produciría. Pero no era eso lo único que preocupaba a Gonzalo, él también debía ir al encuentro de una persona, Cloud Damme, una mujer que se había puesto en contacto con él mediante carta, solicitándole ayuda sobre un asunto que no le había revelado.
Cloud Damme, por lo que había averiguado, era una mujer oriunda de Bélgica pero de madre española, del sur concretamente, era una mujer culta y versada en artes y ciencias, hablaba a la perfección varios idiomas, y regresaba de México al haber terminado su estancia de colaboración con Sor Juana, una religiosa que buscaba encontrar un lugar para las mujeres mexicanas y que hablaba del movimiento feminista en México y comentaba específicamente el caso de Yucatán, como un laboratorio de reformas sociales. Una sociedad mexicana que no permitía que las mujeres participaran en las esferas públicas. Desde el virreinato la disparidad entre sexos era muy grande. El lugar de las mujeres era estar resguardadas, ya fuera en su casa o en el convento, no había lugar en los espacios públicos para ellas. Las mujeres permanecían subordinadas, pero en papeles centrales; víctimas que procuraron mantenerse activas. Ejemplo de esto, era Sor Juana Inés de la Cruz, quien, desde sus poesías criticaba a la sociedad de la época. Ella pugnaba por que se les concediese a las mujeres la oportunidad de ser reconocidas, y Cloud Damme era una de sus pupilas más aventajadas.
La misiva que le había enviado decía claramente: “Me reconoceréis porque llevaré el escudo de los Montigac en la capa”.
Gonzalo y Catalina llegaron a las afueras de la villa, a la entrada principal de acceso y donde llegaban a tropel los arribados de América, Floro no se encontraba ente ellos pero sí la misteriosa mujer con la que él estaba citado.
- Catalina, Floro no ha venido, regresa a casa, perdóname pero debo resolver un asunto antes de volver a la escuela, lo siento pero no puedo acompañarte.
- Tranquilo, gracias por haber venido, ¡tonta de mí!, si es que no escarmiento, voy a palacio que la Señora Marquesa de ésta me tira a los perros, ¡qué mal carácter se gasta esta mujer!.
Una vez hubo comprobado el maestro que su amiga se había alejado lo suficiente se acercó a la misteriosa mujer que hacía rato le contemplaba con un inequívoco signo de que también ella le había reconocido.
- Cloud Damme, soy Gonzalo de Montalvo.
- Lo sé, sois exactamente como Frances de Montigac me ha descrito. Por favor vayamos a un lugar menos concurrido a resguardo de ojos y oídos extraños, no dispongo de mucho tiempo y lo que vengo a deciros es de máxima relevancia.
- Vayamos entonces a mi escuela, nadie nos molestará.
El camino de retorno hacia la villa se hizo en un incómodo silencio por parte de Gonzalo de Montalvo, ¿quién era esta mujer que le relacionaba con los Montigac, quien era Francis, cómo habían dado con él?, se sentía amenazado ante lo desconocido y aunque parecía una mujer frágil, un sexto sentido le decía que era una rival a su altura, una mujer muy distinta a las que había tratado y por primera vez se sintió en clara desventaja, una sensación poco común en él.
Llegaron a la escuela y el maestro cerró ventanas y puertas a merced de la discreción ajena. Cloud Damme descubrió su rostro una vez se hubo quitado la capa y sacó una carta con el sello lacrado de los Montigac y se lo entregó.
- Gonzalo, si me lo permitís, os resumiré el contenido. Vuestra familia es la heredera de salvaguardar unos legados únicos en la historia de la humanidad heredados por vuestro abuelo, a vuestra madre Laura se le encargó…
- El Santo Grial- respondió Gonzalo.
- Exacto, y a vuestro tío Francis la custodia de la Cruz de San Pedro que se encuentra oculto en la iglesia de Santa Ana debajo del retablo, vuestra misión es recuperarlo para que no caiga en manos de poderes ocultos y tenebrosos. La preocupación de vuestro tío radica en que él se encuentra en México y teme que si regresa a la villa le vigilarán y apresarán, poniendo en peligro la Cruz. Su desazón va en aumento al haber perdido Laura el Santo Grial, pero el uno sin el otro no son nada, deben estar los dos objetos juntos para revelar la gran verdad. Sois un Montigac y recae ahora en vos la responsabilidad encomendada a vuestra familia. Y para eso estoy aquí, para ayudaros.
- ¿Pero qué puede hacer un maestro como yo?.
- Gonzalo, vos y yo sabemos que no sois un simple maestro – la mirada inquisitiva de Cloud no dejaba lugar a dudas que sabía muchas cosas de él que su misma persona – así que no perdamos más tiempo jugando al gato y al ratón, debéis pensar cómo rescatar el encargo hecho por los Montigac y esta noche cuando su familia duerma debéis esperarme en la puerta de atrás de la iglesia.
15/02/2012 19:04
Cuando Gonzalo quiso reaccionar ante estas palabras la mujer había desaparecido de la estancia, del mismo modo que hacía él con Satur como Aguila Roja, silencioso e invisible, lo que hizo aumentar su resquemor hacia ella, ¿qué clase de contrincante era, o que mano amiga era Cloud Damme?, debía tener cuidado, mucho, pero no podía arriesgarse a aparecer como Gonzalo de Montalvo, el maestro era un hombre indefenso y si soldados de la fuerza oscura aparecían por la iglesia era hombre muerto, por otro lado aparecer como Águila Roja era descubrir sus cartas ante ella, pero tampoco albergaba duda que su familia sabia su secreto, de repente una entrada imprevista y ruidosa le hizo alejarse de sus pensamientos.
- Amo, que la he liaó parda con la familia de usté, verá, que en vez de echar sal al caldo no sé que he echado, pero tiene a toá la familia por la patilla abajo, y amo, yo ya no puedo más, que me tiene usté sin dormir, que uno la noche con el día y el día con la noche.
- No te preocupes Satur, vayamos a buscar a Juan, y esta noche descansa, no voy a salir.
- ¿Dormir, eso de que tiras en el catre y estás durmiendo más de 5 horas?
- Si, Satur, debes descansar, que en una de éstas acaba con todos nosotros.
Gonzalo de Montalvo esperó a que su familia estuviera durmiendo y se encaminó hacia la iglesia de Santa Ana, esperó a Cloud, pero ella no apareció. Decidió contravenir lo que ambos habían acordado y se adentró hacía el interior camino del retablo. Francamente no sabía donde buscar pero vió una pequeña imagen tallada de madera de la virgen, la tocó y de repente una pequeña caja salió del interior del retablo, era una caja labrada a mano con el escudo de los Montigac, Gonzalo tembló, su nerviosismo iba en aumento porque algo en su interior dejaba de ser Montalvo pasa dar a paso a Gonzalo de Montigac, abrió la caja con mucha cautela, aún perduraba en su mente cuando abrió la caja que contenía el Santo Grial, pero esta vez no sucedió nada, lo abrió y ahí estaba la Cruz de San Pedro.
- ¡Prendedle!, quiero esa caja al precio que sea, Águila, ¡esta vez no tienes escapatoria!- le amenazó Hernán Mejías, comisario de la villa.
Águila Roja en un gesto veloz y preciso, desenvainó la katana y consiguió abatir a tres soldados, pero la caja era demasiado valiosa para perderla, debía llegar a la salida como fuese, era su única alternativa, luchó con varios soldados pero el comisario, su hermano, otro Montigac se acercaba a él peligrosamente.
Pero de repente, una voz firme y decidida desde el fondo de la iglesia le gritó – Recuerda lo que te enseño tu maestro y lánzame la caja, no dudes, sabrás hacerlo, salvar su contenido es lo más importante en este momento.
Águila Roja tardó unos segundos en reaccionar y ubicar la voz que le había gritado, era Cloud Damme, se concentró en las palabras dichas y la caja voló por los aires cayendo exactamente en las manos de ella que con precisión milimétrica la atrapó entre sus manos, desapareciendo tan misteriosamente como había aparecido.
********************************************************************
NOTA de la autora: Sor Juana Inés de la Cruz, fue quizás una de las primeras femimistas que hubo en el S. XVII, y todos los datos aportados en este relato sobre su persona son auténticos, y por tanto no surgen de la imaginación de la autora del relato. He creído conveniente aclararlo.
- Amo, que la he liaó parda con la familia de usté, verá, que en vez de echar sal al caldo no sé que he echado, pero tiene a toá la familia por la patilla abajo, y amo, yo ya no puedo más, que me tiene usté sin dormir, que uno la noche con el día y el día con la noche.
- No te preocupes Satur, vayamos a buscar a Juan, y esta noche descansa, no voy a salir.
- ¿Dormir, eso de que tiras en el catre y estás durmiendo más de 5 horas?
- Si, Satur, debes descansar, que en una de éstas acaba con todos nosotros.
Gonzalo de Montalvo esperó a que su familia estuviera durmiendo y se encaminó hacia la iglesia de Santa Ana, esperó a Cloud, pero ella no apareció. Decidió contravenir lo que ambos habían acordado y se adentró hacía el interior camino del retablo. Francamente no sabía donde buscar pero vió una pequeña imagen tallada de madera de la virgen, la tocó y de repente una pequeña caja salió del interior del retablo, era una caja labrada a mano con el escudo de los Montigac, Gonzalo tembló, su nerviosismo iba en aumento porque algo en su interior dejaba de ser Montalvo pasa dar a paso a Gonzalo de Montigac, abrió la caja con mucha cautela, aún perduraba en su mente cuando abrió la caja que contenía el Santo Grial, pero esta vez no sucedió nada, lo abrió y ahí estaba la Cruz de San Pedro.
- ¡Prendedle!, quiero esa caja al precio que sea, Águila, ¡esta vez no tienes escapatoria!- le amenazó Hernán Mejías, comisario de la villa.
Águila Roja en un gesto veloz y preciso, desenvainó la katana y consiguió abatir a tres soldados, pero la caja era demasiado valiosa para perderla, debía llegar a la salida como fuese, era su única alternativa, luchó con varios soldados pero el comisario, su hermano, otro Montigac se acercaba a él peligrosamente.
Pero de repente, una voz firme y decidida desde el fondo de la iglesia le gritó – Recuerda lo que te enseño tu maestro y lánzame la caja, no dudes, sabrás hacerlo, salvar su contenido es lo más importante en este momento.
Águila Roja tardó unos segundos en reaccionar y ubicar la voz que le había gritado, era Cloud Damme, se concentró en las palabras dichas y la caja voló por los aires cayendo exactamente en las manos de ella que con precisión milimétrica la atrapó entre sus manos, desapareciendo tan misteriosamente como había aparecido.
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NOTA de la autora: Sor Juana Inés de la Cruz, fue quizás una de las primeras femimistas que hubo en el S. XVII, y todos los datos aportados en este relato sobre su persona son auténticos, y por tanto no surgen de la imaginación de la autora del relato. He creído conveniente aclararlo.
16/02/2012 00:34
No hay duda, este relato es de Gedeon, todos esos datos históricos, la delatan...
muy bueno, por cierto...
muy bueno, por cierto...
16/02/2012 08:13
Vaya, me ha encantado el relato chicas sois estupendas!!!
Yo tengo mis dudas, esta perfectamente relatado y los datos históricos me pueden inclinar a más de una.
Mi voto es para Selene.
Felicidades a la autora.
Yo tengo mis dudas, esta perfectamente relatado y los datos históricos me pueden inclinar a más de una.
Mi voto es para Selene.
Felicidades a la autora.
16/02/2012 10:03
Ostras otras ostras, genial ...
Reto 8 - Cloud
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Gedeon 1 ( Selene)
Selene 2 ( Cutis, Kaley)
No reacciono, jajaja, que guay, me ha encantado, felicidades a la autora ...
Reto 8 - Cloud
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Gedeon 1 ( Selene)
Selene 2 ( Cutis, Kaley)
No reacciono, jajaja, que guay, me ha encantado, felicidades a la autora ...
16/02/2012 16:27
Ostris, ¡qué bueno!!!!!!!, es como Agustín pero en mujer. Estoy entre Selene y Cloud, pero demasiado obvio que se escriba a ella misma, así que mi voto es para Selene, la experta en historia del foro.
Me ha gustado mucho, pero me ha quedado una duda, ¿Cloud era monja o no?, es que no lo tengo claro.
Enhorabuena a la autora!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Me ha gustado mucho, pero me ha quedado una duda, ¿Cloud era monja o no?, es que no lo tengo claro.
Enhorabuena a la autora!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
16/02/2012 16:36
Yo también tube dudas con Cloud como escribiente, pero creo que lleva una firma clara, ahora que esté en lo cierto o no, lo veremos, jajaja
Yo creo que Cloud no es monja, entendí participaba en una labor al frente de una monja, ella es colaboradora de buena fé junto a esa monja, amos, eso he entendido yo, pero voy a releer ...
Reto 8 - Cloud Damme
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Gedeon 1 ( Selene)
Selene 3 ( Cutis, Kaley, Gedeon)
Yo creo que Cloud no es monja, entendí participaba en una labor al frente de una monja, ella es colaboradora de buena fé junto a esa monja, amos, eso he entendido yo, pero voy a releer ...
Reto 8 - Cloud Damme
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Gedeon 1 ( Selene)
Selene 3 ( Cutis, Kaley, Gedeon)
16/02/2012 16:52
Gracias Kaley, es verdad no es monja, lo entendí mal al principio. Entonces Cloud es colaboradora de fines sociales, ok, ya lo tengo claro.
16/02/2012 17:15
¿Una monja ninja?, ja ja, me parto!!!!!!!!!!!, que no se enfade la autora del relato que lo hacemos con todo nuestro cariño.
16/02/2012 23:26
una monja-ninja
sois geniales, chicas!!sobre el relato, se me quedo una carilla tal que asín...
a la que añadi un Uuuuaaaaalaaaaa, que casi, casi, despierto a todo bicho viviente de mi casa Felicidades a la autora
, ha sido fantástico y maravillo poder leerlo. Simplemente decir que Chapeau!!
Leches!! que me olvidaba de votar
Por su garra, por sus datos, por su descripción detallada......y esa pequeña marquita, que creo que nos ha dejado para seguir la pista......
SELENE
17/02/2012 08:19
jjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaajjjjjjjjjjjjjjjjjjaaaaaaaaaaaaaaa
17/02/2012 10:40
Me da que esa risilla delata algo, amos, que estrelás contra el rocaje vivo, jajaja
Reto 8 - Cloud Damme Ninja
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Gedeon 1 ( Selene)
Selene 4 ( Cutis, Kaley, Gedeon, Ziyi)
Yo reveindico que es un relato que me ha encantado, es genial ...
Reto 8 - Cloud Damme Ninja
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Gedeon 1 ( Selene)
Selene 4 ( Cutis, Kaley, Gedeon, Ziyi)
Yo reveindico que es un relato que me ha encantado, es genial ...
18/02/2012 12:03
Muy misteriosa Cloud, una gran mujer sin duda :)
Me ha gustado mucho, sobre todo lo de la monja ninja jajajaja
Sería demasiado evidente que Cloud hubiese escrito su propio relato...
Fijo que no hay agua en la piscina y me estampo, pero mi voto es para... Meular
Me ha gustado mucho, sobre todo lo de la monja ninja jajajaja
Sería demasiado evidente que Cloud hubiese escrito su propio relato...
Fijo que no hay agua en la piscina y me estampo, pero mi voto es para... Meular
20/02/2012 11:56
Reto 8 - Cloud Damme Ninja
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Gedeon 1 ( Selene)
Selene 4 ( Cutis, Kaley, Gedeon, Ziyi)
Meular 1 (Piruleta)
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Gedeon 1 ( Selene)
Selene 4 ( Cutis, Kaley, Gedeon, Ziyi)
Meular 1 (Piruleta)
27/02/2012 08:59
Gedeon: Una dama de alta sociedad como muy mala uva y listisma, asín como la Lucre. Acaba de enviudar y viene a la villa a reclamar algo que le quitaron en su juventud, su verdadero amor, el amor del Marqués de Santillana y está dispuesta a no dejar títere con cabeza.
Lucrecia se asomó discretamente por la ventana. Reconocería el escudo ducal del carruaje en cualquier sitio. Pertenecía a Ambrosio de Aragón y Sandoval, Duque de Lerma. Pero del carruaje no bajó él, sino una dama ataviada al más puro estilo cortesano francés. Parecía que no estaba de muy buen humor. La reconoció al instante, Gedeóncila Alonso Pimentel, hija del Conde de Benavente, y esposa del duque.
Lucrecia abandonó sus aposentos y se apresuró a recibir a su inesperada visita.
- Gede, querida cuanto tiempo hace que no visitabas la corte. ¿Has venido sola o ha venido Ambrosio contigo? –se acercó para depositar un beso sobre la mejilla de la otra dama
- ¿No te has enterado, Lucrecia? Mi marido por fín hizo lo que esperaba de él y abandonó este mundo. Eso sí, tuvo el mal gusto de hacerlo en público.
- Cuánto lo siento, querida, no tenía ni idea.
- Pues no lo sientas, más bien alégrate de que por fin ese inútil haya hecho algo de provecho en esta vida.
- Madre mía, cualquiera que no te conociera pensaría que odiabas al pobre Ambrosio
- Y pensaría bien.
- ¿Y qué te trae por la villa?
- Tengo unos asuntillos que arreglar, entre tanto, te agradecería que me dieras alojamiento en tu palacio.
- Eso no tienes ni que preguntarlo. Mi casa es tu casa, querida. Pero pasa, no te quedes fuera. Cataliiinnaaaaaaa…
- ¿Si señora?
- Prepara los aposentos para nuestra invitada, haz todo lo posible para que se sienta en casa.
- Como mande la señora.
Y tanto que se iba a sentir como en su propia casa, porque aquella tendría que haber sido su casa, no la de esa arribista salida de Dios sabía dónde. Cuánto desagrado le producía tener que ponerle buena cara, cada vez que pensaba en lo que había sufrido su querido Federico José a su lado, se le revolvían los intestinos. Pero estaba allí por un motivo, y hasta que no lograse su objetivo, no se iría, así que tuviera que pasarse el resto de su vida allí. Descubriría lo que realmente le pasó a Federico José ese día que salió de caza y no volvió nunca más así le costara la vida.
En cuanto le fue presentado Nuño, supo que ese muchacho no podía ser el hijo de su amor de juventud. No se parecía en nada a su supuesto padre, ni en el aspecto físico, ni en el carácter, ni a ninguno de los otros miembros de la familia Santillana. Tampoco es que físicamente se pareciera a la madre, aunque sí veía atisbos de su personalidad en el muchacho.
Poco a poco los días fueron pasando, y comenzaba a desesperarse, pues no era capaz de dar con ninguna pista que le ofreciera el más mínimo indicio de lo acaecido 12 años antes. Además Lucrecia, si bien no lo demostraba a las claras, estaba empezando a impacientarse por su presencia en la casa. Gede estaba segura de que no la había pedido que se fuera única y exclusivamente por el prestigio de tener alojada a una duquesa, título superior al suyo, y por ende, grande de España, cosa que Lucrecia no era.
Un día que paseaba por la plaza de la villa Gede oyó comentarios acerca de un tal Aguila Roja, una especie de protector de los indefensos de la villa. Ese mismo día decidió indagar sobre él.
- Lucrecia ¿sabes quien es el águila roja? – preguntó cuando estaban en mitad de los postres
- El águila roja es un bandido, un asesino que se dedica a robar a los que somos más afortunados, a luchar continuamente contra las autoridades, libera presos… es el enemigo número uno de la Villa.
El comentario de Lucrecia no tenía nada que ver con lo que había oído a las gentes del pueblo. Como conocía a Lucrecia perfectamente, llevaba años investigándola, dedujo que el tal águila debía de ser todo lo contrario. Así que se decidió a buscar al encapuchado para pedirle ayuda.
Durante varios días no consiguió absolutamente nada, nadie sabía quien podía ser dicho personaje, y aunque había hecho varias incursiones nocturnas a la villa, no había encontrado ni el más mínimo rastro de su paradero o identidad.
De repente, una noche, cuando volvía al palacio, varios hombres armados la rodearon para robarla. Sin saber ni cómo ni de dónde, apareció una figura enmascarada que se lió a dar golpes y katanazos, para liberarla de sus acosadores. Cuando la lucha finalizó y su salvador estaba a punto de desaparecer, Gede le habló:
- Muchísimas gracias por su ayuda, deduzco que usted es el famoso Águila Roja
- Ese soy, señora. ¿Quiere que la acompañe hasta su casa? Mire lo peligroso que es andar a ciertas horas por determinados lugares.
- Le estaría muy agradecida. Además necesito su ayuda para otro tema. Estoy dispuesta a pagarle lo que sea, pero necesito averiguar algo.
- Señora, yo no cobro por mis servicios.
- Necesito que me ayude a encontrar a una persona. Es de vital importancia para mí.
A pesar de la reticencia inicial consiguió que el Águila prometiera ayudarla. El asunto era harto difícil, y no le garantizaba nada, pues entre otras cosas aquello ya se había investigado en su momento y nada había quedado en claro.
Con la promesa de que ese hombre la ayudaría a dar con el paradero de su amado Federico José, Gede se volvió para el palacio de Santillana.
Los días pasaban sin noticias, ya estaba empezando a desesperarse y Lucrecia ya estaba más que harta de su presencia en la casa. Por lo menos había sacado algo en claro. Sabía que Nuño no podía ser hijo del marqués y obtuvo una valiosísima información que le confirmó lo que ella sospechaba. Se guardaría ese as en la manga para cuando lo pudiera necesitar.
Un día, al despertar, encontró junto a su almohada una carta, con una pluma roja. Ansiosa rasgó el sello de lacre y allí vio lo que parecía un plano, e indicaba el lugar en el que tenía que cavar… Se levantó presurosa y se fue de la casa, junto con sus dos lacayos, al lugar que indicaba el mapa.
Tras una hora de fatigoso trabajo, los lacayos por fin dieron con algo duro: un ataúd. Al abrirlo, apareció ante ellos el esqueleto de un hombre, todavía se podían apreciar los lujosos ropajes, pero lo que más le llamó la atención fue el puñal que tenía clavado. Uno de sus hombres lo extrajo y se lo entregó a Gede. A pesar del mal estado en el que se encontraba, lo reconoció enseguida. Era el escudo de uno de los títulos menores de su marido. Jamás hubiera imaginado algo así. ¿El inútil de su marido era el asesino de Federico José? No se podía creer que hubiera hecho algo por el estilo, si ni siquiera era capaz de levantar la voz a los criados. Además, ella nunca le había dado motivos para que estuviera celoso de Santillana ¿o sí? Ahora ya nada importaba. Apresuró a sus hombres a que volvieran a cubrir la fosa, contaba con su absoluta confianza y sabía que no dirían nada de lo allí acaecido.
En cuanto regresó al palacio, ordenó que recogieran todas sus cosas y se preparó para volver a su casa, donde la esperaban sus hijos, a los que echaba terriblemente de menos, y a su querido maestro de esgrima, que no era Federico José, pero se le parecía bastante.
Se fue pensando en las ironías de la vida, mientras que el marquesado de Santillana lo ostentaba un muchacho que legítimamente no tenía derecho a tal título, el verdadero heredero de sangre del marqués era el nuevo duque de Lerma.
Lucrecia se asomó discretamente por la ventana. Reconocería el escudo ducal del carruaje en cualquier sitio. Pertenecía a Ambrosio de Aragón y Sandoval, Duque de Lerma. Pero del carruaje no bajó él, sino una dama ataviada al más puro estilo cortesano francés. Parecía que no estaba de muy buen humor. La reconoció al instante, Gedeóncila Alonso Pimentel, hija del Conde de Benavente, y esposa del duque.
Lucrecia abandonó sus aposentos y se apresuró a recibir a su inesperada visita.
- Gede, querida cuanto tiempo hace que no visitabas la corte. ¿Has venido sola o ha venido Ambrosio contigo? –se acercó para depositar un beso sobre la mejilla de la otra dama
- ¿No te has enterado, Lucrecia? Mi marido por fín hizo lo que esperaba de él y abandonó este mundo. Eso sí, tuvo el mal gusto de hacerlo en público.
- Cuánto lo siento, querida, no tenía ni idea.
- Pues no lo sientas, más bien alégrate de que por fin ese inútil haya hecho algo de provecho en esta vida.
- Madre mía, cualquiera que no te conociera pensaría que odiabas al pobre Ambrosio
- Y pensaría bien.
- ¿Y qué te trae por la villa?
- Tengo unos asuntillos que arreglar, entre tanto, te agradecería que me dieras alojamiento en tu palacio.
- Eso no tienes ni que preguntarlo. Mi casa es tu casa, querida. Pero pasa, no te quedes fuera. Cataliiinnaaaaaaa…
- ¿Si señora?
- Prepara los aposentos para nuestra invitada, haz todo lo posible para que se sienta en casa.
- Como mande la señora.
Y tanto que se iba a sentir como en su propia casa, porque aquella tendría que haber sido su casa, no la de esa arribista salida de Dios sabía dónde. Cuánto desagrado le producía tener que ponerle buena cara, cada vez que pensaba en lo que había sufrido su querido Federico José a su lado, se le revolvían los intestinos. Pero estaba allí por un motivo, y hasta que no lograse su objetivo, no se iría, así que tuviera que pasarse el resto de su vida allí. Descubriría lo que realmente le pasó a Federico José ese día que salió de caza y no volvió nunca más así le costara la vida.
En cuanto le fue presentado Nuño, supo que ese muchacho no podía ser el hijo de su amor de juventud. No se parecía en nada a su supuesto padre, ni en el aspecto físico, ni en el carácter, ni a ninguno de los otros miembros de la familia Santillana. Tampoco es que físicamente se pareciera a la madre, aunque sí veía atisbos de su personalidad en el muchacho.
Poco a poco los días fueron pasando, y comenzaba a desesperarse, pues no era capaz de dar con ninguna pista que le ofreciera el más mínimo indicio de lo acaecido 12 años antes. Además Lucrecia, si bien no lo demostraba a las claras, estaba empezando a impacientarse por su presencia en la casa. Gede estaba segura de que no la había pedido que se fuera única y exclusivamente por el prestigio de tener alojada a una duquesa, título superior al suyo, y por ende, grande de España, cosa que Lucrecia no era.
Un día que paseaba por la plaza de la villa Gede oyó comentarios acerca de un tal Aguila Roja, una especie de protector de los indefensos de la villa. Ese mismo día decidió indagar sobre él.
- Lucrecia ¿sabes quien es el águila roja? – preguntó cuando estaban en mitad de los postres
- El águila roja es un bandido, un asesino que se dedica a robar a los que somos más afortunados, a luchar continuamente contra las autoridades, libera presos… es el enemigo número uno de la Villa.
El comentario de Lucrecia no tenía nada que ver con lo que había oído a las gentes del pueblo. Como conocía a Lucrecia perfectamente, llevaba años investigándola, dedujo que el tal águila debía de ser todo lo contrario. Así que se decidió a buscar al encapuchado para pedirle ayuda.
Durante varios días no consiguió absolutamente nada, nadie sabía quien podía ser dicho personaje, y aunque había hecho varias incursiones nocturnas a la villa, no había encontrado ni el más mínimo rastro de su paradero o identidad.
De repente, una noche, cuando volvía al palacio, varios hombres armados la rodearon para robarla. Sin saber ni cómo ni de dónde, apareció una figura enmascarada que se lió a dar golpes y katanazos, para liberarla de sus acosadores. Cuando la lucha finalizó y su salvador estaba a punto de desaparecer, Gede le habló:
- Muchísimas gracias por su ayuda, deduzco que usted es el famoso Águila Roja
- Ese soy, señora. ¿Quiere que la acompañe hasta su casa? Mire lo peligroso que es andar a ciertas horas por determinados lugares.
- Le estaría muy agradecida. Además necesito su ayuda para otro tema. Estoy dispuesta a pagarle lo que sea, pero necesito averiguar algo.
- Señora, yo no cobro por mis servicios.
- Necesito que me ayude a encontrar a una persona. Es de vital importancia para mí.
A pesar de la reticencia inicial consiguió que el Águila prometiera ayudarla. El asunto era harto difícil, y no le garantizaba nada, pues entre otras cosas aquello ya se había investigado en su momento y nada había quedado en claro.
Con la promesa de que ese hombre la ayudaría a dar con el paradero de su amado Federico José, Gede se volvió para el palacio de Santillana.
Los días pasaban sin noticias, ya estaba empezando a desesperarse y Lucrecia ya estaba más que harta de su presencia en la casa. Por lo menos había sacado algo en claro. Sabía que Nuño no podía ser hijo del marqués y obtuvo una valiosísima información que le confirmó lo que ella sospechaba. Se guardaría ese as en la manga para cuando lo pudiera necesitar.
Un día, al despertar, encontró junto a su almohada una carta, con una pluma roja. Ansiosa rasgó el sello de lacre y allí vio lo que parecía un plano, e indicaba el lugar en el que tenía que cavar… Se levantó presurosa y se fue de la casa, junto con sus dos lacayos, al lugar que indicaba el mapa.
Tras una hora de fatigoso trabajo, los lacayos por fin dieron con algo duro: un ataúd. Al abrirlo, apareció ante ellos el esqueleto de un hombre, todavía se podían apreciar los lujosos ropajes, pero lo que más le llamó la atención fue el puñal que tenía clavado. Uno de sus hombres lo extrajo y se lo entregó a Gede. A pesar del mal estado en el que se encontraba, lo reconoció enseguida. Era el escudo de uno de los títulos menores de su marido. Jamás hubiera imaginado algo así. ¿El inútil de su marido era el asesino de Federico José? No se podía creer que hubiera hecho algo por el estilo, si ni siquiera era capaz de levantar la voz a los criados. Además, ella nunca le había dado motivos para que estuviera celoso de Santillana ¿o sí? Ahora ya nada importaba. Apresuró a sus hombres a que volvieran a cubrir la fosa, contaba con su absoluta confianza y sabía que no dirían nada de lo allí acaecido.
En cuanto regresó al palacio, ordenó que recogieran todas sus cosas y se preparó para volver a su casa, donde la esperaban sus hijos, a los que echaba terriblemente de menos, y a su querido maestro de esgrima, que no era Federico José, pero se le parecía bastante.
Se fue pensando en las ironías de la vida, mientras que el marquesado de Santillana lo ostentaba un muchacho que legítimamente no tenía derecho a tal título, el verdadero heredero de sangre del marqués era el nuevo duque de Lerma.